El costo medioambiental de la inteligencia artificial
La IA se ha vuelto parte de nuestras vidas con fenómenos como ChatGPT, pero esta tecnología esconde una realidad energética preocupante.
La inteligencia artificial (IA), encabezada por fenómenos como ChatGPT, se ha convertido en una herramienta omnipresente, simplificando la vida cotidiana y ganándose la confianza de una creciente población. Desde el desarrollo de materiales innovadores hasta avances en medicina, la IA demuestra su valía mediante la facilitación de tareas complejas.
Sin embargo, detrás de esta maravilla tecnológica se esconde una realidad energética preocupante. El uso de ChatGPT y tecnologías similares implica un consumo significativo de recursos, especialmente energía. Comparado con búsquedas en motores convencionales, una simple consulta en ChatGPT consume tres veces más energía, planteando la cuestión de si estamos contribuyendo a la contaminación cada vez que utilizamos esta herramienta.
El alto costo energético de la IA se revela en cifras impactantes. La formación del modelo de lenguaje GPT-3, llevada a cabo por OpenAI, demandó aproximadamente 78,437 kWh de electricidad, equivalente al consumo promedio de un hogar español durante 23 años. El Instituto de la Ingeniería de España destaca que la IA no solo requiere una enorme cantidad de energía, sino también miles de litros de agua para su entrenamiento y operación.
El desafío radica en encontrar soluciones sostenibles para mitigar el impacto ambiental de la inteligencia artificial. Investigadores sugieren un rediseño de chips más eficientes, investigaciones centradas en la eficiencia energética, la transición hacia energías renovables y políticas de reciclaje electrónico.
Aunque la IA ya se ha arraigado en la vida cotidiana, la responsabilidad individual en su uso se convierte en un imperativo, ya que la innovación tecnológica no debe comprometer nuestro entorno. En este cruce entre avance y sostenibilidad, queda claro que la inteligencia artificial tiene un desafío crucial por delante: equilibrar su impacto positivo con la necesidad urgente de reducir su huella energética.